gran ruido llorando y empenzaron a traer vino y emborracharse todos. Y dijeron: "emborrachémonos para consolarnos". Y vino una vieja, que no se sabía quién era, con unas nauas de manta basta de hi[er]- bas y otra manta de lo mismo, echada por el cuello, y las orejas colgando muy largas y entró en casa de un hijo de Zinzuni, que tenían un hijo que criaba su mujer, y como la vió su mujer, díjole: "entrá, agüela", que ansí dicen a las viejas. Dijo la vieja: "señora, ¿queréis comprar un ratón?". Díjole la señora: "¿qué ratón es aquél?". Dijo la vieja: "señora, un topo es o tuza". Dijo la señora: "dale acá, agüela". Y tomó- sele de la mano, y era todo bermejo, muy grande y largo. Díjole la señora: "¿qué de- mandáis, agüela?". Dijo la vieja: "señora, de hambre vengo ansí: dame algu- nas mazorcas de maíz". Dijo la señora: "agüela, traígasle en buen hora, yo te le compraré que mi marido se está emborrachando y yo se le coceré para que coma; asiéntate, entretanto". Y diéronle de comer y una cesta de maíz y despidióse la vieja y dijo: "ya me voy, señora". Y fuese. Y chamuscó la señora aquel topo y lavóle, y echóle en un puchero y púsole al fuego. Y coció su hijo en aquel puchero, que había engendrado su marido Hopótaco, y estaba la cuna con las mantillas liadas que parescía que estaba alli el hijo. Y a la tarde fuese a su casa su marido Hopótacu y entrando en su casa llamó a su mujer y díjole: "señora, tengo hambre, ¿qué tengo de co- mer?". Dijo ella: "señor, aquí tengo que comas, que te compré un ratón o tuza". Y la- vó de presto una jical y púsole allí, en ella, tamales. Y tomó el puchero y echó el caldo en otra jical, y como quisiese echar el topo cocido, pa- resció ser su hijo y dió gritos llorando, y dió en el suelo con el puchero. Y esta- ba todo blanco, de cocido, el niño. Y saltó encima la cama y desató la cuna que estaba liada y estaba vacía, y como no halló el niño, turbóse y empien- za a dar gritos la madre y díjole el marido: "¿qué has?". Y como viese el niño, díjole: "¡oh bellaca, mala mujer!". Y como era valiente hombre, to- mó su arco y flechas y puso una flecha en el arco y tiró la cuerda y flechó la mujer por las espaldas y matóla. Y era de noche. En amanesciendo, fue- ron todos los prencipales en casa del señor y recontaban todos lo que les ha- bia acontecido estando borrachos y díjoles Zinzuni, el señor: "¿quién ha hecho mal en esta borrachera?". Y uno decía: "yo", y otro, "yo [he] hecho mal".
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