y dieron gran grita y destruyeron y quemaron todas las casas y cativaron muchos enemigos y haciendo todos gran ruido, y daban voces cuan- do los tomaban. Y llevaron, huyendo, los suyos a Hiuacha, asido de los brazos. Y alcanzándole Tangáxoan, llegó a él y dióle con una porra en- cima la cabeza. Y tomaron todas sus mujeres, aquí una y allí otra, y trujéronlas al real. Y moraban unos naturales en un pueblo llamado Chumengo y otros en otro pueblo llamado Zizupan y en A- cúuato, y fué mucha gente de los enemigos huyendo a los dichos pue- blos. Y diéronlos grita y no los recebieron, y dieron la vuelta otra vez, otra vez hacia su pueblo. Y cativáronlos y durmieron sobre ellos, que los alcanzaron de noche. Y todo un día estuvieron ansí cazando a los que se habían escondido y dormieron allí una noche. Y a la mañana con- táronlos todos y enviaron a hacello saber a Taríacuri, cómo los habían conquistado y cativado y vino a dar la nueva un prencipal llamado Zapíuatame y saludó a Taríacuri y díjole: "señor, ya ha cativado Curícaueri". Díjole Taríacuri: "¿hay algunos muertos de los nuestros con que me déis pena?". Dijo Zapíuatame: "señor, no peleó el señor del pueblo, todo está ya sosegado, y dormimos allí una noche y en un día los tomamos cazándolos, y así los cativó Curícaueri". Y holgóse Taríacuri de las nuevas, y vino toda la gente de guerra con los cati- vos, que venían haciendo gran ruido, y anduvieron con ellos en pro- cesión y lleváronlos a la casa de Taríacuri, y diéronles a todos de comer y escogeron los que habían de guardar en la cárcel para estos sacrificios. Y desataron al viejo llamado Parengua, el mayordo- mo de Hiuacha, y fueron él y su hermano donde estaba Hirepan y díjo- les: "¿qués, agüelo?". Y contáronle como él era el de los plumajes. Dí- joles Hirepan . "Vamos y dirémoselo a nuestro tío". Y fueron delante de su tío y díjoles: "pues, ¿qué hay, hijos?". Dijéronle: "este es el que te deji- mos, éste es el que trujo los plumajes, éste se llama Parangua
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