eran de los malhechores y algunos cativos para sacrificar en la fiesta general de Cuyngo. Y los otros que condenaba a muerte, los a- chocaban con una porra y arrastrábanlos después de muertos y llevábanlos a los herbazales donde los comían los ádives y auras y bueitres. Y eran dedicados aquellos al dios del infierno. Y llegan- do la fiesta de Cuingo, bañaban aquellos encarcelados y dábanles a cada uno una manta blanca, que se cubriesen, y otra camiseta colorada, que se vestiese cada uno, y dos brazaletes de cobre y unos collares de cobre, que les ponían, y unas guirnaldas de trébol con sus flores en la cabeza, y dábanles a beber y a comer y emborrachábanlos. Y tañen sus ata- bales, con ellos, los sacerdotes del dios del mar llamados Jupíencha. Y después que los chocarreros habían peleado con ellos con sus rodelas y porras, como se dijo en la fiesta de Cuingo, los sacrificaban y se vestían sus pelle- jos y bailaban con ellos. Después que se habían hecho en este dicho día la justicia general de aquellos que habían muerto con las porras, íbase a- quel sacerdote mayor a la casa del caçonzi, y el caçonzi le saliá a re- cebir y le daba las gracias y hacía la salva a los dioses. Y después le daba de comer a él y a todos los que estaban allí con él.
[ LAMINA XXV ]
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