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Datos para citar este texto:
Jerónimo de Alcalá, Relación de Michoacán, Moisés Franco Mendoza (coord.), paleografía Clotilde Martínez Ibáñez y Carmen Molina Ruiz, México, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 2000, p.506
Folio p en ediciones
135 506

[XXXIII]
DE UN HIJO DE TARIACURI LLAMADO TAMAPUCHECA QUE CATIVARON Y COMO LO
MANDO MATAR SU PADRE

Tenía un hijo Taríacuri llamado Tamápucheca, el cual se nombra en esta
historia pasada, que cativaron en un pueblo llamado Yzíparámucu y res-
catáronle las amas que le criaron, por un plumaje muy rico. Este dicho Ta-
mápucheca yendo una en una entrada a este dicho pueblo, le cativaron sus
enemigos y lleváronle al patio de los cúes y trujéronle en procesión
como solían hacer a los cativos y sahaumáronle como a cativo, con
harina. Y trujeron las nuevas de su prisión a Taríacuri, su padre, y
holgóse mucho y dijo: "sí, sí, mucho placer tengo. Ya [he] dado yo de co-
mer al sol y a los dioses del cielo. Yo engendré aquella cabeza que corta-
ron; yo engendré aquel corazón que le sacaron. Mi hijo era como un pan
muy delicado, y era pan de bledos. Ya he dado de comer de todo en todo
a las cuatro partes del mundo; esto ha sido muy bueno, ¿qué cosa podía ser me-
jor? Porque estando aquí comigo le arrastrarán por alguna mujer". Y
los de Yzíparámucu no le osaron sacrificar por miedo de Taríacuri,
su padre, y dijo el señor llamado Zinzuni: "váyase a su casa: id y
tornalde, porques hijo de gran señor". Y enpenzáronle a enviar y decían-
le: "señor, vete a tu casa; llévente tus criados". Díjoles Tamápucheca:
"¿Qué decís? No me tengo de ir porque ya me dió del pie nuestro dios Curícaueri,
ya saben los dioses del cielo cómo estoy preso, y ya me han comido, da-
me vino que me quiero emborrachar". Y no quisieron dárselo. Y dijéron-
le: "¿por qué dices esto, señor? Irte tienes a tu casa". Dijo él: "no me tengo
de ir, ¿por qué me tengo de ir? ¿Qué dirá mi padre cuando lo sepa que
me vuelvo? Que ya le han llevado las nuevas: traé los atavíos que
ponen a los cativos y cantaré a los dioses del cielo". Acostumbraba
esta gente cuando eran cativados algunos en la guerra, de
no osar volver a sus pueblos porque los mataban, si se volvían, por-
que decían que los dioses los habían tomado para comer de los suyos
y también porque no diesen avisos a sus enemigos volviendo