Y todos los valientes hombres de Mechuacan venían delante de este capitán general, todos compuestos, y después dellos venía este susodicho capitán general y todos le saludaban y asentábase en su silla en medio de todos, y decíales el presente razonamiento: "señores chichimecas del apellido de Enéani y Çacapu hireti y Vanácace que sois venidos aquí. Ya habemos traído a nuestro dios Curícaveri hasta aquí, puniéndole encima la leña y rama, que le habemos he- cho su estrado de rama hasta aquí a este camino. Ya nuestro dios Curí- caberi y Xarátanga han dado sentencia contra nuestros enemigos y aquí han venido los dioses llamados primogénitos y los dioses llamados Virá- banecha. Cómo, chíchimecas ¿no os paresce que ha dado sentencia Curícaberi y los dioses? Pues que tantas ofrendas les dimos estando en los pueblos, y segud la leña que trujimos para los fogones y los olores que echaron en los fuegos los sacerdotes con que despidimos a los dioses que venían a la guerra? Aquí, pues, han de venir los dioses del cielo, don- de está la traza del pueblo que habemos de conquistar. Aquí donde hay leña para los fuegos en cuatro partes, donde han de venir las águilas reales, que son los dioses mayores, y las otras águi- las pequeñas que son los dioses menores, y los gavilanes y halco- nes y otras aves muy ligeras, de rapiña, llamadas tíntivápeme. Aquí nos favorescerán los dioses del cielo: esto es ansí. Vosotros, gen- te de los pueblos questáis aquí, ¡mirá questá contando los días el cazon- çi, nuestro rey, para que demos batalla a nuestros enemigos! ¿Cómo le habe- mos de contradecir? Y los señores tienen por mal que se pierda la le- ña que se trujo para los qúes, pues estemos aquí de voluntad. Vosotros caciques, y vosotros los que estáis aquí de las fronteras y vosotros principales de la cibdad de Mechuacan y Pázcuaro y Cuya- can, oíd esto, caciques que estáis aquí. Porque yo tengo cargo
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