rebeldes en el camino, ques que los matarán si tuvieren en poco esto que les ha sido dicho. Por eso, aparejaos a sufrir, vosotros caciques. ¿Dónde habemos de morir? Sea aquí donde muramos, porque la muer- te que morimos en los pueblos es de mucho dolor. Sea aquí nuestra mu- erte. ¿Dónde habéis de haber vosotros los bezotes de piedras de tur- quesas y guirnaldas de cuero y los collares de huesos de pescados preciosos, sino aquí? Paraos fuertes en vuestros corazones, no miréis a las espaldas, a vuestras casa. Mirá que es gran riqueza que mu- ramos aquí como hermanos. Sentí esto que os digo, vosotros gente de los pueblos". Y asentábase. Levantábase el señor de Páz- cuaro y decía a la gente: "ya habéis oído lo que os dijo el que está en lugar del cazonçi, y lo que os dijo el señor de Cuyuacan. E yo apruebo los que os han dicho, porque nuestro dios Curícaveri tiene su señorío en tres partes. Mirá caciques, que no [o]s halláis como de burla en esta batalla. Mirá que no sea responder todos a bulto, que traéis todos vuestra gente, que quizá serán más valientes hombres nuestros enemigos. Basta esto que os he dicho". Y asentábase en su silla. Des- pués déste, se levantaba el señor de Xacona que estaba en una fron- tera y decía a la gente: "ya habéis oído al que está en lugar del cazonçi y estos señores, y esto que os decimos aquí, en esto no oís a nosotros, sino al cazonçi, al que trujo leña para los qúes hasta este lugar. Ya habéis traído a nuestro señor y rey Curícaveri, al cual tenemos por riqueza, de estar a sus espaldas. Mirá con cuánto dolor y trabajo han andado las espías quebrando el sueño de sus ojos y con el rucío por las piernas, por mirar y bus- car las sendas por donde ha de ir nuestro dios Curícaberi a dar ba- talla a este pueblo. Mirá que no os halláis como de burla, si no ca- tiváredes o matáredes los enemigos, no será sino por el olvi-
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