Si el cazonçi determinada de casar alguna hija suya o hermana, hacíalas ataviar con vestidos nuevos, de los que usaba esta gen- te, y collares de turquesas y muchos zarcillos y llamaba un sacer- dote de los que llamaban cúritiecha. Iban otros sacerdotes con él y decía que llevase a tal señor, aquella su hija o hermana o parienta y mandábale lo que le había de decir. Y iban con aque- lla señora muchas mujeres que la acompañaban y otra mu- cha gente que le llevaban todas sus alhajas y cestillos y pe- tacas. Y llegando a la casa de aquel señor, que la había de rescibir, estaba ya avisado de su venida, y ponían muchos pe- tates nuevos y comida; y juntábanse todos sus parientes y llegaba el sacerdote con aquella señora y asentában- se todos y ponían allí delante la señora y el que había de res- cebilla, y decía: "he aquí esta señora que invía el rey; yo os la traigo. No riñáis, sed buenos casados, bañaos el uno al otro". Decía a la señora: "haz de comer a este señor y hazle man- tas y no riñáis; sed buenos casados. Y entrando alguno en vuestra casa, dadle mantas. Dice el rey que lo que vosotros diéredes, quél lo da. Que no se puede acordar de todos los caciques y señores para dalles a todos mantas y hacelles mercedes y a la otra gente. Por esto estás aquí tu, señor, que te tiene por hermano. Dice que no quebrantes sus palabras y que rescibas esto que te invía a decir. ¿A quién lo habemos de decir? Por eso estás aquí tú, que eres su hermano. Aquí está toda la gente de Mechuacan. Dice que como hermanos estaréis para ir con mensajes, porque han venido los españoles, y andaréis entrambos como hermanos, para lo que os mandare." Respondía aquel señor y decía: "sea ansí, como dice nuestro señor, ¿qué más
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