sacerdote y decíale que viniese en buena hora y ponían en medio del aposento, aquella señora y decía el sacerdote: "Esta envía tal señor, ques su hija. Plega a los dioses que lo digáis de verdad en pedilla y que seáis buenos casados". Esta costumbre había en los tiempos pasados y aquellos señores que guardaron de la ceniza, ques los primeros que fueron señores, que decía es esta gente que los hombres hicieron los dioses de ceniza, como se di- jo en la primera parte, aquellos empezaron a casarse con sus parientas por hacerse beneficio unos a otros, y por ser todos unos los parientes, y nosotros tenemos esta costumbre des- pués dellos. "Plega a los dioses que seáis buenos casados y que os hagáis beneficios. Mirá, que señalamos aquí nuestra vivienda de voluntad, no lo menospreciemos ni seamos malos, porque no se- amos infamados y tengan qué decir del señor que dió su hija. Pues, haceos beneficios y haceos de vestir. No lo tengá- is en poco; no se mezcle aquí otra liviandad en esta casa, ni de algún adulterio. Haceos bien e sed bien casados. Mirá, no os mate alguno por algún adulterio o lujuria que come- teréis; mira, no os ponga nadie la porra, con que matan, en- cima los pescuezos y no os cubran de piedras por algún crimen". Y decía a la mujer: "mira, que no os hallen en el camino hablan- do con algún varón, que os prenderán y entonces daremos que decir de nosotros en el pueblo. Sed los que habéis de ser, que yo he venido a señalar la morada que habéis de tener aquí y vivienda que habéis de hacer." Esto es lo que decía a la mujer. Al marido de- cía aquel sacerdote: "y tú, señor, si notares a tu mujer de al- gún adulterio, déjala mansamente y enviála a su casa sin hacelle mal, que no echará a nadie la culpa, sino a sí misma, si fuere mala. Esto es ansí. Plega a los dioses que me hayáis entendi-
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