aquel mancebo, para casarse con aquella moza. Creían entonces
sus padres della que la había conoscido y reprendían la hija
por lo que había hecho y decíanle: "yo, que soy tu padre, no andaba de
esta manera que tú andas; gran afrencta me has hecho; echado me has tie-
rran en los ojos." Quería decir: no osaré parecer entre la gente ni
tendré ojos para mirallos, porque todos me lo darán en la cara y
me afrentarán por esto que has hecho. Decía más a su hija: "yo,
cuando mancebo, me casé con esta, tu madre, y tenemos casa
y me dieron ajuar de maíz y mantas, y me dieron casa; ¿a quién
pareces tú en esto que has hecho? ¿para qué quieres aquel perdi-
do? Por ser un perdido se juntó contigo para deshonrarte". La
madre también la reprendía. Y iban a la casa del que la había co-
rrompido y tomábanle todo lo que tenía en su casa, de mantas
y piedras de moler, y la sementera que tenía hecha para sí, y des-
honrábanse. Y si determinaban de dársela, platicábanlo entre
sí sus padres y decían: "ya, ¿para qué queremos esta nuestra hija?,
ya, ¿cómo la podemos tornar a hacer virgen? que ya está corrom-
pida. Ya han mudado entrambos sus corazones y han hablado entre
si". Entonces llevábansela a la casa dél, acompañándolos sus parien-
tes, y entregábansela haciéndoles sus razonamientos. Si eran de
un barrio, quedaban casados; si no, no se la daban.
[XV]
DEL REPUDIO
Cuando no eran buenos casados, hacíanlo saber al sacerdote mayor
llamado petámuti, y el dicho sacerdote los amonestaba que fuesen
buenos casados, diciéndoles: "¿por qué reñís?, cesá, ¿cómo, no tenéis
casa? Torná a probar cómo os habréis, mirá que tenéis ya hijos". Y re-
prendía al que tenía culpa y íbanse. Si tornaban a quejarse otras
tres veces, decíanles: "ya vosotros queréis dejar de ser casados; de-
jaos pues, ¿a quién lo habéis de decir, pues tantas veces os habéis que-
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