Siendo muy viejo el que era cazonçi, en su vida, empezaba a man- dar algún hijo suyo que le había de subceder en el reino, y no dejaba de ser del todo rey, el viejo, mas tenían esta costum- bre. Pues estaba enfermo el cazonçi viejo y llegábanse a cura- lle todos sus médicos, que eran muchos, entonces inviaba por médicos de toda la provincia y venían a curalle y traba- jaban mucho por curalle. Y como vían questaba peligroso y de muerte, inviaban a llamar todos los caciques de la pro- vincia y todos los señores y valientes hombres, y todos los gober- nadores y los que tenían cargos del cazonçi y venían todos a visitalle, el que no venía teníanle por traidor; y saludábanle todos y dábanle sus presentes, si estaba muy al cabo. Ya que e- ra de muerte no dejaban entrar allá a nadie, donde él estaba, aunque fuesen señores. Y estaban todos en el patio, delante sus casas y los presentes que traían, cuando no se los rescibían, poníanlos en un portal donde estaba su silla y insignias de señor. Pues moría el cazonçi, sabiéndolo los señores questaban en el patio, alzaban grandes voces llorando por él y abrían las puer- tas de su casa y entraban donde estaba y ataviábanle. Primera- mente bañábanle todos los señores que andaban allí, muy diligen- tes y los viejos sus continuos; y bañaban todos aquellos que había de llevar consigo. Y ataviábanle desta manera: puníanle junto a las carnes una camiseta de las que usaban los señores, muy del- gada, y unas cotaras de cuero y poníanle al cuello unos huesos de pescados blancos, muy preciados entre ellos, y cascabeles de o- ro en las piernas y en las muñecas piedras de turquesas, y un tranzado de plumas y unos collares de turquesas al cuello, y unas orejeras grandes de oro en las orejas y dos brazaletes de oro en los brazos y un bezote grande de turquesas. Y hacíanle una cama de muchas mantas de colores, muy alta, y ponían a-
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