quellas mantas en unas tablas anchas, y a él poníanle encima y atábanle con unas trenzas y cobríanle con muchas mantas encima, como que estuviese en su cama, y atravesaban por de- bajo unos palos y hacían otro bulto encima dél, de mantas, con su cabeza, y ponían en aquel bulto un gran plumaje de muchas plumas muy largas, verdes, muy ricas, y unas oreje- ras de oro y sus collares de turquesas, y sus brazaletes de oro y su tranzado muy bueno, y poníanle sus cotaras de cuero y su arco y flechas y su carcaj de cuero de tigre. Y todas sus mu- jeres daban gritos y lloraban por él.
Componían así mismo toda la gente, de hombres y mujeres, que había de llevar consigo, los cuales su hijo había señalado para que matasen con él. Llevaba siete señoras: una llevaba todos sus bezotes de oro y de turquesas atados en un paño y puestos al pescuezo; otra, su camarera; otra, que guardaba sus collares de turquesas; otra que era su cocinera; otra que le servía del vi- no; otra que le daba agua a manos y le tenía la taza mientras bebía; otra que le daba el orinal, con otras mujeres que servían destos oficios. De los varones llevaba uno que llevaba sus mantas a cuestas; otro que tenía cargo de hacelle guirnaldas de trébol; o- tro que le entranzaba; y otro que llevaba su silla; otro que le lleva- ba a cuestas sus mantas delgadas; otro que le llevaba sus hachas de co- bre para hacer leña; otro que llevaba un aventadero grande para sombra; otro que llevaba su calzado y cotaras; otro que llevaba sus ca- ñutos de olores; un remero; un barrendero de su casa; y otro que bruñía sus aposentos; un portero; otro portero de las mujeres; un plumajero de los que le hacían sus plumajes; un platero de los que le hacían sus bezotes; uno de los que le hacían sus flechas; otro de los que le hacían sus arcos; dos o tres monteros; algunos de
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