aquellos médicos que le curaban y no le pudieron sanar; uno de a- quéllos que le decían novelas; un chocarrero; un tabernero, que entre todos serían más de cuarenta. Y ataviábanlos y componíanlos a todos y dábanles mantas blancas y llevaban todos éstos con- sigo, todo aquello de sus oficios, de que servían al cazonçi muercto. Y llevaban ansímismo un bailador y un tañedor de sus atabales y un carpintero de sus atambores. Y querían ir otros sus criados y no los dejaban ir. Decían que habían comido su pan y que quizá no los tractaría como él, el señor que había de ser. Poníanse to- dos guirnaldas en la cabeza, de trébol, y amarillábanse las caras y iban tañendo delante: uno, unos huesos de caimanes; otros, unas tortugas. Y tomábanle en los hombros solo los señores y sus hijos y venían todos sus parientes del apellido de Henéani y Çacapu hiri[ti] y Banácaçi. Iban cantando con él, un cantar suyo que empieza de esta manera: "vtayne uze yoca zinatayo maco, etc.", ques ininte- legible, por eso no le declaro. Y todos llevaban sus insinias de va- lientes hombres. Y sacábanle a la media noche. Iban delante dél, alum- brando, unos hachos grandes de teas. Iban tañendo dos trompetas. Iban delante toda aquella gente que llevaban consigo para ma- tar y iban barriendo delante dél el camino y decían: "señor, por aquí has de ir; mira, no pierdas el camino". Y poníanse en procesión to- dos los señores de la provincia y gran número de gente y ansí le llevaban hasta el patio de los qúes grandes, donde ya habían puesto una gran hacina de leña seca, concertada una sobre otra, de ra- jas de pino. Y dábanle cuatro vueltas al derredor de aquel lugar donde le habían de quemar, tañendo sus trompetas, y después poníanle encima de aquella leña, así como le traían, y tornaban aquellos sus parientes a cantar su cantar, y ponían fuego al derre- dor y ardía toda aquella leña, y luego achocaban con porras toda
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