Envió Montezuma diez mensajeros de México y llegaron a Taxima- roa, que vinían con una embajada al cazonçi llamado Zuangua, padre del que agora murió, que era muy viejo. Y el señor de Taximaroa, preguntóles que qué querían. Dijeron ellos que venían al cazonçi con una embajada, que los enviaba Montezuma, que habían de ir delante dél y que a él, sólo, se lo habían de decir. Y envió el señor de Taximaroa a hacello saber al cazonçi, el cual mandó que no les hiciesen mal, mas que los deja- sen venir de largo. Y llegaron los mensajeros aquí a la cibdad de Me- chuacan y fueron delante del dicho señor Zuangua, y diéronle un presente de turquesas y charchuys y plumajes verdes y diez rode- las que tenían unos cercos de oro, mantas ricas y mastiles, y espejos grandes. Y todos los señores, e hijos del cazonçi, se desfrazaron y se pusieron unas mantas viejas, por no ser conocidos, que habían oído de- cir que venían por ellos los mexicanos. Y asentáronse los mexicanos y el cazonçi hizo llamar un intérpetre de la lengua de México llama- de Nuritan, que era su navatlato intérpetre, y díjole el cazonçi: "oye, ¿qués lo que dicen estos mexicanos?, ¿a ver qué quieren?, pues que han venido aquí". Y el cazonçi estaba compuesto y tenía una flecha en la mano, que es- taba dando con ella en el suelo. Y los mexicanos dijeron: "el señor de México llamado Montezuma nos envía, y otros señores, y dijéronos: id a nuestro hermano el cazonçi, que no sé qué gente es una que ha venido aquí y nos tomaron de repente, habemos habido batalla con ellos y matamos de los que venían en unos venados, caballeros doscientos, y de los que no tra- ían venados, otros doscientos. Y aquellos venados traen calzados cotaras de hierro, y traen una cosa que suena como las nubes y da un gran troni- do y todos los que topa mata, que no quedan ningunos y nos desbaratan. Y han nos muerto muchos de nosotros y vienen los de Tascala con ellos, co- mo había días que teníamos rencor unos con otros, y los de Tezcuco. Y ya los hobiéramos muerto si no fuera por los que los ayudan, y tiénen nos cer- cados, aislados en esta cibdad. ¿Cómo, no vendrían sus hijos ayudarnos? El que se llama Tirímarasco y otro Cuyni y otro Azinche y trairían su gen- te y nos defenderían. Nosotros proveeremos de comida a toda la gente,
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