Víctor Gayol, coordinador

 

 

El tema general del 30o. Coloquio de antropología e historia regionales es el de las formas que han adoptado históricamente las relaciones entre el poder político y los actores sociales en diferentes momentos clave de la formación de la Nueva España y del México moderno y contemporáneo. La perspectiva propuesta intenta distinguir, en líneas generales, cuáles fueron los rasgos más importantes de estas relaciones a través del tiempo con el propósito de lograr la caracterización de cada uno de los periodos con base en diversas preguntas: cómo y de qué forma se constituye el poder político, con qué actores sociales se relaciona y cuál es la dinámica de dichas relaciones. Un propósito secundario, pero no por ello menos importante, es el de poner en la mesa de discusión la pertinencia, para la investigación histórica, de conceptos tales como Estado colonial y Estado nacional, Antiguo Régimen y Modernidad, entre otros.

Para esta caracterización, hemos creído adecuado establecer una serie de cortes cronológicos preliminares que permitan dar cuenta de diversos temas y enfoques que permitirán identificar los rasgos de larga duración y coyunturales característicos de las formas de gobierno en México, sin por ello dejar de considerar su necesaria inclusión en una perspectiva de carácter hispánico, hispanoamericano y comparativo. Por ello, en este coloquio se invitará a un grupo de historiadores, antropólogos y politólogos quienes, desde diversos enfoques e intereses temáticos, reflexionen acerca del tema a partir de sus investigaciones terminadas o en curso.

1) La formación de Nueva España y la consolidación de una monarquía compuesta (1535-1640).
A raíz del proceso de conquista y colonización de las Indias Occidentales por la corona castellana, se conformó en ellas un nuevo tipo de sociedad así como nuevas instituciones político jurídicas que permitieran el gobierno de la misma. Sin embargo, estas novedades guardaron una estrecha relación con una cultura político-jurídica de larga tradición que influyó en el diseño institucional y en las reglas del juego que caracterizaron las relaciones entre gobernantes y gobernados, así como en la conformación de una forma particular de territorio. Uno de los rasgos más sobresalientes fue la organización del trabajo de los naturales mediante la institución de la encomienda y, para su gobierno, la creación de unidades conocidas como pueblos de indios, muchas veces instaladas sobre las estructuras de los antiguos altepeme, organización que prevaleció –no sin cambios- hasta la etapa constitucionalista de principios del siglo XIX. Otro aspecto sobresaliente fue la consolidación de una díada de relaciones de poder para el gobierno de la monarquía compuesta por dos brazos -el secular y el eclesiástico-, ambos muy importantes y presentes en la relación entre el poder político y los cuerpos sociales. Asimismo, el proceso de formación novohispana influyó y estuvo aparejado a un proceso de redefinición de la sociedad corporativa con la adecuación de viejas corporaciones hispánicas de corte medieval –limitándolas en ocasiones, como el caso de los señoríos-, y la creación de nuevas –como las repúblicas de naturales-, que dieron un carácter particular a las relaciones políticas y jurídicas al interior de la monarquía.

2) ¿Impotencia, autonomía o autarquía? Un periodo de consolidación de los poderes regionales en el marco del Imperio (1640-1750).
Diversos acontecimientos y cambios en el gobierno de la monarquía católica provocaron que en los territorios indianos, durante una parte del siglo XVII y del XVIII, se consolidara una sociedad volcada sobre sí misma pero sin perder los lazos con la metrópoli. El periodo ha sido visto como una época caracterizada por la impotencia de la corona para mantener un control sobre el gobierno de los vastos territorios, contrastante con el periodo anterior de consolidación de la monarquía católica de la casa Austria y el inmediatamente posterior signado por el reformismo borbónico, todo ello visto siempre desde el mirador de la península. El “siglo olvidado” parece, sin embargo, ser un periodo de intensa consolidación de dinámicas de gobiernos locales y regionales, acompañada de una profunda transformación de la naturaleza de los actores sociales corporativos.

3) Proyectos y obstáculos en la racionalización del gobierno (1750-1821).
Con el cambio de dinastía a principios del siglo XVIII hubo también un cambio de paradigma en las formas de gobernar. El arribo de la casa de Borbón trajo consigo la difusión de nuevas ideas sobre el gobierno y la sociedad, generándose diversos proyectos de racionalización administrativa que se toparon con diversos obstáculos. En este sentido, quizá una de las características más significativas del periodo sea la tensión entre el poder político y los actores sociales corporativos mientras que, por otra parte, los afanes reformistas se toparon con un sistema político de matriz muy antigua, ya anquilosado, que difícilmente logró canalizar dichas tensiones.

4) El debate por la nación: la construcción de un nuevo modelo político (1821-1880).
La acumulación de tensiones durante la época reformista ahondó la fractura social por lo cual, ante la crisis política de 1808, se generaron movimientos revolucionarios a uno y otro lado del Atlántico. Tras los años de guerras, la emergencia de nuevos actores políticos y sociales y la introducción de un buen número de nuevas ideas e instituciones político jurídicas, la consumación de las independencias inauguró un nuevo periodo de definición de las relaciones entre el poder político y los actores sociales. Sin embargo, y más allá de la discusión entre los proyectos republicanos y monárquicos de nación, una serie de elementos clave fueron consolidando la transición hacia un nuevo modelo de sistema político en el cual las viejas dinámicas de las relaciones entre gobernantes y gobernados tuvieron que ajustarse a la nueva situación predicada desde una cultura político jurídica diferente a la anterior. Esto creó formas particulares de transición en las relaciones entre el poder político y los actores sociales.

5) Afianzamiento del sistema político y reajustes (1880-1940).
Aunque este periodo propuesto se ve cortado en dos por el periodo revolucionario de 1910-1917, proceso que es entendido por la historiografía como el nacimiento del estado mexicano contemporáneo, antes y después se aprecia la existencia de varios elementos fundamentales para el afianzamiento del sistema político. La construcción del debate parlamentario, el surgimiento de nuevas formas de control social y la construcción de una cultura política con un fuerte componente identitario de lo mexicano forman parte de los nuevos parámetros de relaciones entre el poder político y la sociedad.

6) Política y sociedad en el México contemporáneo (1940-2000).
Tras el proceso revolucionario de 1910-1917, un fuerte proceso de institucionalización estatal hizo posible la consolidación de un sistema político con una estabilidad sin precedentes y sin paralelos en su época. La creación de un ejecutivo extremadamente fuerte fue acompañado de un replanteamiento de las relaciones entre el poder político y los ciudadanos con la creación y utilización de un nuevo tipo de corporativismo que permitió mediar y controlar las relaciones de poder político. Un partido de Estado, elecciones controladas e inmovilidad política contrastaron fuertemente con los cambios producidos por el desarrollo económico y las transformaciones sociales y culturales. La contradicción se expresó, entre otras cosas, en el estallido violento de 1968 y la posterior conformación de movimientos armados clandestinos con la consecuente represión. Pero a la postre, la respuesta del gobierno fue una paulatina reforma del sistema político que abrió el camino a un proceso de multiplicación de partidos, nuevas formas de participación ciudadana y movimientos sustentados en identidades étnicas, así como procesos electorales de alternancia política.