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Caciques,Carachacapacha.

Función principal: Hacer traer leña, regir los pueblos, capitanes en las guerras.
Categoría general: Señores y principales.

Características generales

Los caciques o caracha capacha eran los gobernantes que el cazonci ponía en cada uno de los pueblos del reino y, como tales, ocupaban uno de los niveles más altos de la pirámide social. Sus principales obligaciones eran la de acudir a la guerra, como capitanes de la gente de sus pueblos, hacer que la gente llevara leña para los templos y evitar que la gente se fuera de los pueblos. En principio el cargo era vitalicio aunque el cazonci podía destituir a los caciques que no eran aptos. Los caciques compartían muchos de los atributos del cazonci. Como él, estaban rodeados de una pequeña corte formada sobre todo por sus "viejos", quienes les servían de consejeros. Los caciques, además, tenían un teniente o gobernador que se hacía cargo del gobierno cuando él no se encontraba en su pueblo (lo que, al parecer, era la regla), y probablemente los ocanbecha, quienes lo acompañaban a la guerra y estaban a cargo de la gente que habitaba en cada uno de los barrios del pueblo, también ocupaban un lugar especial en el gobierno. Posiblemente los caciques también tenían uno o varios alférez al mando de los escuadrones que iban a la guerra. Uno de los privilegios inherentes a su cargo consistía en recibir mujeres, las cuales eran, en primer lugar, mujeres del dios Curicaueri a quien debían hacer ofrendas de mantas y comida. Probablemente los caciques recibían del cazonci una parte del dios Curicaueri, una navaja que ponían a su lado: "Y [las mujeres] harán mantas a Curicaueri para que se abrigue -decía un viejo a la gente cuando nombraban al nuevo cacique-- y después harán para el cacique, para que se ponga y retenga el frío a Curicaberi, puesto a su lado" (f. 23 v).

Las insignias que caracterizaban a los caciques eran, en general, las comunes a los individuos de más alta jerarquía social: el bezote, las orejeras, las guirnaldas y plumajes para la cabeza (rojos, a diferencia de los del cazonci que eran verdes), los collares, en particular los de huesos de pescado pero también de turquesas, los brazaletes, etc.; algunas de las cuales le eran entregadas por el cazonci en su nombramiento y otras, al parecer, las obtenían por su desempeño en la guerra.

Especialmente al final del documento, en la narración de la conquista española, el término cacique se usa siempre en combinación con el de señores, sin que sea posible establecer las diferencias entre ambas categorías. También al principio de la segunda parte el autor de la Relación dice que antes de la formación de un solo reino cada pueblo tenía "su cacique con su gente y sus dioses por sí", refiriéndose sin duda a los que después llamará señores.

Origen

La costumbre de poner caciques en los pueblos, según se cuenta en la segunda parte de la Relación, había sido instituida por Hiripan, Tangaxoan e Hiquingaje durante la época de las conquistas y fue una de las acciones mediante las cuales se formó un solo reino. Tras el caos causado por las constantes guerras de conquista, Hiripan, Tangaxoan e Hiquingaje decidieron poner "cabezas" en los pueblos para evitar que la gente huyera y para que hubiera quién los rigiera. Los primeros caciques fueron los líderes chichimecas e isleños que, aliados con Hiripan, Tangaxoan e Hiquingaje, colaboraron en las empresas de conquista. De algunos de ellos se registran sus nombres; por ejemplo Zapiuatamezangueta fue cacique de Paracho, Cupauaxanzi de la Huacana, Chapata y Atiache hucauati de Chupingo parapeo. La velocidad con la que se realizaron las conquistas hizo necesario que en algunos pueblos se pusieran mujeres como caciques.

Elección de un nuevo cacique

Probablemente ya desde entonces el cargo se mantuvo entre los miembros de ciertas familias por la costumbre de nombrar, tras la muerte de un cacique, a alguno de sus parientes como sucesor. Para cuando llegaron los españoles la ceremonia de nombramiento de un nuevo cacique se desarrollaba en dos partes. Primero, los parientes del cacique muerto lo hacían saber al cazonci a quien devolvían las insignias del difunto (bezote de oro, orejeras, brazaletes y collares de turquesas) y le presentaban 5 o 6 parientes (hijos, sobrinos, hermanos u otros) para que eligiera al sucesor. El cazonci "encomendaba aquel oficio al más discreto --dice el fraile--, el que tiene más tristezas consigo, según su manera de decir, que es el más experimentado y el que era más obidiente" (f. 22). El nombramiento finalizaba con la entrega de las insignias de señor al cacique electo y el establecimiento de sus obligaciones, fundamentalmente la de hacer llevar leña para los templos y la de evitar que la gente se fuera de los pueblos. Antes de partir, el sacerdote mayor o el gobernador del cazonci hacía ciertas amonestaciones de carácter moral al cacique electo, recomendándole sobre todo que no tomara las mujeres de su antecesor y que se concentrara más bien en las actividades bélicas. La segunda parte de la ceremonia tenía lugar en el pueblo que regiría el cacique. Éste llegaba acompañado por uno de los sacerdotes llamados curitiecha quien se encargaba de "meterlo" en el señorío. Frente a la gente reunida del pueblo, el sacerdote presentaba al nuevo cacique pidiendo que le obedecieran, que hicieran las sementeras, que fueran a las guerras, que no fueran perezosos y que no se mudaran de lugar, recordándoles que el cacique se quejaría al cazonci, quien los mataría si no cumplían con sus obligaciones. Por otra parte, recomendaba al nuevo cacique que fuera obediente y que no tratara mal a la gente; y a los principales (¿a los ocanbecha?) pedía que no se apartaran del cacique. Después el cacique se dirigía a la gente pidiendo su ayuda para las guerra y para hacer las sementeras. Finalmente un "viejo antiguo" que estaba en lugar del cacique hablaba a la gente, a los principales y al cacique estableciendo sus respectivas obligaciones; y haciendo que le dieran mujeres. La ceremonia terminaba con un convite general, después del cual el cacique nuevo entraba a la casa de los papas en donde oraba durante cuatro días y cuatro noches y, acto seguido, iba por leña para los templos. Sólo entonces despedía al curitiecha dándole mantas, jícaras y guirnaldas de hilo. Éste volvía a la ciudad y le decía al petamuti cómo había introducido al nuevo cacique en su pueblo quien, a su vez, lo hacía saber al cazonci.

Funciones

La principal función de los caciques era la de ir a la guerra como capitanes de su gente cuando el cazonci lo mandaba. Y como toda acción bélica iniciaba con la recolección ritual de leña para los templos, los caciques eran también los encargados de hacer que esta labor se cumpliera. Pero además estaban obligados a hacer las sementeras del cazonci (cuyos productos también servían para sostener las guerra) y debían dar de comer (y probablemente dar mantas y otros objetos) a los mensajeros que el cazonci enviara a su pueblo. Debían, asimismo, tratar bien a su gente para evitar que se fuera a otro lado, y darles buen ejemplo, velando y haciendo sus oraciones, trabajando y siendo obedientes. Probablemente los caciques también hacían justicia o, por lo menos, podían remitir al cazonci a los delincuentes (por ejemplo a los adúlteros y a los hechiceros) y a los desobedientes (por ejemplo a los ocanbecha que no llevaran correctamente la cuenta de la gente a su cargo) y, en general, quejarse si entre la gente se presentaba algún conflicto (si eran de distintos "pareceres"); pero también él podía ser acusado por la gente (o por sus viejos) si no cumplía con sus obligaciones. De hecho, el razonamiento que el petamuti hacía al final de la fiesta Equata consquaro, parecía estar dirigido especialmente a los caciques, a quienes llamaba ingratos por no cumplir con los deberes prometidos al cazonci y a quienes comparaba con Hiripan, Tangaxoan e Hiquingaje, haciendo notar la pobreza de éstos en contraposición con los lujos y la buena vida adquiridos por los caciques. Es interesante la mención de los pellejos que vestían los caciques, probablemente una indicación de su papel en las ceremonias y sacrificios humanos y de su posible categoría sacerdotal.

Relaciones sociales y de poder

Los caciques tenían mucho poder y, al mismo tiempo, una gran responsabilidad. Por una parte, estaban ligados a la esfera más alta del gobierno, pasaban gran parte del tiempo al lado del cazonci y quizás fungían a veces como sus consejeros. Cuando llegaron los españoles, los caciques junto con otros señores cubrieron el vacío de poder dejado por la huida de Zinzicha y, de hecho, fueron ellos quienes se rindieron ante Olid. Posteriormente, el cazonci pidió a algunos de ellos oro y plata para satisfacer las demandas de Nuño de Guzmán y, temeroso de que no lo quisieran dar, tuvo que recordarles que ese oro era suyo; lo cual indica la debilidad del vínculo de sujeción entre los caciques y el cazonci o, por lo menos, el grado de fragilidad al que había llegado bajo el dominio español. Cuando el cazonci enfermaba, los caciques debían visitarlo en su casa, y de no hacerlo eran considerados traidores. Si el cazonci moría, los caciques participaban activamente en su entierro y luego formaban parte del "acuerdo" mediante el cual se elegía un nuevo cazonci, lo que les daba cierto poder para destituirlo si no actuaba correctamente. Un poder muy restringido, sin embargo, por el vínculo de sujeción que entablaban con el cazonci. Éste se establecía, como hemos visto, cuando era nombrado un nuevo cacique; se renovaba durante la ceremonia de "alzamiento" de un nuevo cazonci en la cual los caciques aceptaban obedecerlo y hacer los que les "mandare"; y finalmente se reafirmaba con la entrega de regalos al cazonci. Algunas veces, el cazonci establecía relaciones de parentesco con los caciques, casándolos con alguna de sus hijas o mujeres; pero también los caciques debían entregar mujeres al cazonci. Los caciques eran, además, los intermediarios entre la gente de sus pueblos y el cazonci; y sobre ellos recaía el castigo (la muerte) si la gente a su cargo no cumplía con sus respectivas obligaciones. El poder para lograr que la gente cumpliera con dichas obligaciones estaba legitimado por los antecedentes históricos del cargo: "Mirá que no fue agora fingido este oficio de caciques -decía a la gente el curitiecha que lo introducía a su pueblo-- mas esto ordenaron y mandaron ansí los señores leñadores que traían mucha leña para los qúes, Hirepan y Tangáxoan, ellos lo empezaron, ninguno lo fingió que fuesen caciques en esta casa de los señores, en el tiempo pasado" (f. 22 v); pero también por sus cualidades personales (ser obediente, trabajador, experimentado, etc.) de las cuales dependía, en gran medida, la difícil posibilidad de acceder al cargo. Además, en la ceremonia de introducción de un nuevo cacique se establecía un pacto mediante el cual él se comprometía a regir el pueblo y tratar bien a la gente, y ésta a su vez prometía obedecerlo y ayudarlo (ir a la guerra, hacer las sementeras y probablemente dar los tributos).

Entierro del cacique

Aunque en la Relación no se describe la manera en que enterraban a los caciques, se puede extender a ellos la descripción del entierro de los señores contenida en el capítulo 7 de la tercera parte del documento. Éstos eran enterrados de manera similar a como era enterrado el cazonci aunque sin tanta pompa. Al parecer el cuerpo era primero decapitado (en la lámina 10, sin embargo, el cuerpo completo del cacique muerto es cremado) y la cabeza se envolvía en mantas. El bulto así formado se ataviaba con las insignias del señor: sus arcos y flechas, su guirnalda de cuero y sus plumajes rojos. A la media noche, al tañido de las trompetas y caracoles, el bulto se ponía enfrente de los templos, cerca de los fogones, con muchas ofrendas de "pan y vino". Luego lo quemaban, metían las cenizas en una olla con su arco y sus flechas, y la enterraban. La muerte de un señor no sólo entristecía a sus mujeres quienes al enterarse "mesábanse y daban gritos", sino también a sus parientes y al mismo cazonci. Éste mandaba dar mantas a la mujer del difunto y, probablemente sus parientes, le recomendaban permanecer viuda y no dar que hablar por su mal comportamiento.

Representaciones

Los caciques están representados en varias láminas de la Relación. En la 19 los vemos presenciando la ejecución de los delincuentes juzgados por el petamuti en la fiesta Equata consquaro, algunos de ellos sentados en bancos, con su bezote y sus guirnaldas, algunas de hilo, otras de "trébol", el cabello trenzado sobre la espalda, vestidos con largas túnicas a cuadros y, lo que nunca se menciona en el texto, fumando pipas. La lámina 10 representa la ceremonia de nombramiento de un nuevo cacique. En la esquina inferior derecha de la lámina está representada la cremación del cacique muerto con su plumaje verde, una imagen parecida a la de la cremación del cazonci en la lámina 13. La imagen de la esquina inferior izquierda es probablemente la representación de los candidatos que los parientes del difunto presentan al cazonci, quien, en la esquina superior izquierda, aparece entregándole las insignias de señor (orejeras y bezotes) al cacique electo. Todos los individuos representados en esta sección de la lámina tienen guirnaldas de hilo, trenzados rojos en el cabello y túnicas largas del mismo color. Dos de ellos, sin embargo, no tienen bezotes y no todos están sentados en bancos. Por otra parte, el cazonci es el único que tiene cótaras (sandalias). Probablemente las diferencias indican quién es quien, pero el parecido de todos los individuos hace difícil su identificación. En la esquina superior derecha, un curitiecha presenta al nuevo cacique ante la gente que éste tendrá a cargo, quien, rodeado por la gente, aparece sentado en un banquillo. En la lámina 15, los caciques escuchan al petamuti durante la ceremonia de "coronación" del nuevo cazonci, en una actitud similar a la de la lámina 41 en donde se representa al petamuti haciendo el razonamiento final de la fiesta Equata consquaro. En la primera, el petamuti está demandando su obediencia, en la segunda les está reclamando su ingratitud. En la esquina inferior derecha de la lámina 15, los caciques ofrecen sus regalos al cazonci nuevo (venados, arcos y flechas, petates, frutas, etc.). En la lámina 6 los caciques aparecen en su papel de capitanes atendiendo la arenga del capitán general. Las rodelas, los arcos y flechas, las porras, los plumajes en la cabeza y los bezotes indican su carácter militar. De manera menos explícita están representados también en la lámina 13, rodeando la casa del cazonci enfermo, y en la 14, decidiendo quién será el próximo cazonci. A diferencia de otros personajes, como el cazonci o el petamuti, los caciques están representados de manera menos homogénea. En general se les distingue por el bezote, la guirnalda y el trenzado y, a veces, por el banquillo en donde están sentados. Llama la atención, además, que siempre aparecen en actitud de sumisión oyendo a alguno de los representantes del cazonci (al petamuti, al capitán general), excepto en la lámina 19 donde más bien parecen ser coparticipes de la justicia que hace el petamuti. Curiosamente, el texto y la lámina 41 indican que ellos eran los principales acusados.